
Durante el último tercio del siglo XIX, las potencias europeas (también Estados Unidos y Japón) desarrollaron una política de expansión colonial acelerada que ya venía gestándose desde comienzos de siglo. Esta nueva fase del colonialismo, que se conoce como imperialismo, tendía a la formación de grandes imperios y constituyó una constante fuente de conflictos que desembocaron en la 1ª Guerra Mundial.
La expansión imperialista, fruto de la pretensión de ganar nuevas áreas de influencia, estuvo alentada por la industrialización europea (que necesitaba nuevos mercados) y el desarrollo técnico y militar. Otros factores que contribuyeron a dicha expansión fueron las exploraciones geográficas y misioneras en busca de la extensión de la ciencia y el cristianismo, respectivamente. En 1885, en la Conferencia de Berlín, las potencias acordaron el reparto sistemático del continente africano.
Primera Guerra Mundial
Entre 1914 y 1918 se desarrolló en Europa el mayor conflicto hasta entonces conocido. Motivada por conflictos imperialistas entre las potencias europeas, la "gran guerra", como se denominó originalmente a la Primera guerra mundial, implicó a toda la población de los estados beligerantes, así como a la de sus colonias respectivas.

Las pérdidas de vidas humanas se aproximaron a los 10 millones de personas. A diferencia de la Segunda Guerra Mundial, casi todas fueron en el frente de batalla, y afectaron a hombres jóvenes, con efectos demográficos muy perjudiciales en algunos países.
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